Michel Rolland no tenía escapatoria. La uva está ligada a él desde el principio, pues creció en la finca familiar Le Bon Pasteur, rodeada de viñedos, en la localidad francesa de Pomerol. Al vino ha dedicado su vida y, sobre todo, sus últimos 40 años de actividad profesional. Con más de 70, sigue siendo el flywinemaker por antonomasia, el consultor al que acuden bodegas de distintas partes del mundo –Argentina, Estados Unidos, Chile, India, Europa por descontado- para que cate su vino y colabore a situarlo en lo más alto.